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Día 4- Polvo de estrellas

El cuerpo, el hogar.

9:00 am.

Abrir ventanas, respirar de a poco, con calma, con cada órgano. De nuevo, té y un poco de música para ponerle play al mundo.

Mi rodilla la primera en levantar la voz. Mi cuerpo me pide estabilidad.

¿Alguna vez pensaron que el cuerpo literalmente es nuestro hogar?

Dónde se guardan cada una de las cosas que hacemos, pensamos, decimos y sentimos.

¿Qué pasa cuando algo anda “diferente” allá dentro?

Hoy lo conecte todo: Rodilla= Estabilidad, Dolor= Inestabilidad. Rodilla con dolor = Eso. Algo adentro duele y genera inestabilidad.

Sí, soy yo, mi vida, mi rutina, mis días, como los vivo, como estoy sintiendo todo.

No puede haber un dolor más angustiante que la inestabilidad. Esa desconexión que se genera por no quererte lo suficiente para ponerte atención desde adentro.

Adentro: ¿Estoy respirando bien? ¿Qué estoy comiendo? ¿Cómo siento las cosas?¿Cómo está todo allá adentro? ¿Cómo vivo mis días desde adentro? ¿Le doy gracias a mi cuerpo? ¿Me di las gracias a mi misma alguna vez?

La última pregunta; ¿Me di las gracias alguna vez? ¿Qué se responderían?

Esa pregunta es la clave. Estamos tan acostumbrados a decir al exterior todo. Estamos acostumbrados a hablar hacia afuera, a sentir hacia afuera, a alguien, a algo, pero ¿adentro? Exacto. Nada o muy pocas veces.

“No todo es tu problema” me dije al pensar en lo que había afuera y no me deja sentirme bien. Estoy acumulando cosas de afuera y “solucionarlas” no es parte de las posibilidades que me brinda mi cuerpo, mi energía.

“La naturalidad de las cosas” Me repetí cientos de veces. Así es el mundo, así son las cosas y tu misión no es solucionarlas, ni enfrentarlas, es vivirlas. Y vivir es tan complicado como ser. Pero tan sencillo como dejar ser.

Pero ¿Cuánto cuesta realmente “dejar ser” las cosas? Ahí está mi problema.

Siempre intento que las cosas sean lo mejor posibles y no. Estoy siendo parte de una lucha interminable de la vida, las cosas son y nadie tiene el poder de cambiarlas.

Y ahí en ese sitio estoy yo, queriendo revolucionar siempre los momentos, siempre a las personas, eso, sin mirarme. Quiero ser el hada madrina de todo.

Siento culpa, quiero controlar y en ese abismo de las “cosas imposibles” me pierdo. Y aquí estoy.

Con dolor inestable. Con miedos. Con culpas ajenas. Con toda esa mierda que no es tuya y terminas comiendo.

¿Y qué sigue? Después de que te das cuenta de lo mal que estás haciendo todo o al menos eso sientes.

Con calma. Inhalar desde el fondo cada día, ir sacándolo todo, sin fuerza, ir sintiendo por donde y como quiere ir saliendo todo…Transformándose en palabras, en aliento, en tiempo.

“Lo bueno es que estas acá”, me dije a mi misma, un poco del otro lado, dándote cuenta.

A partir de aquí es todo.

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